No hay mejor filtro entre una persona y su realidad, que la autoestima. Y es que el valor y el afecto que tengo hacia mí mismo determinará el cómo me relaciono con el mundo. A partir de mi autoestima determino mi valor como ser humano.
Así que siendo ese filtro tan importante, no es de extrañar que la autoestima sea una pieza clave en el bienestar emocional de las personas. Es decir, una autoestima baja, desvirtúa todo cuanto nos rodea. Así que todo lo que percibimos, pasamos a verlo a través de un velo de inseguridad. El vaso siempre estará medio vacío, aumentando nuestros errores y minimizando los logros, enjuiciando cualquier aspecto de nuestra persona, paralizándonos ante cualquier acción que pueda comportar una derrota. Por este motivo, el que se quiere poco, siempre tendrá un motivo para el fracaso. Especialmente porque la evitación es su gran compañero. Pocos éxitos se pueden cosechar si no nos creemos merecedores de ellos. Pocas batallas lucharemos, y por eso mismo, tendremos una doble pérdida en cada una de ellas, la de no haberla intententado por no merecerla, y la de no tenerla por no haberlo intentado. La baja autoestima siempre lleva este juego perverso que confirma el propio fracaso.
Ante cualquier acontecimiento, la persona busca elementos que validen su escasas cualidades y excluye aquellos que, por ser positivos, se contraponen a ella. EL dramático empeño en tirar piedras sobre el propio tejado, no es más que un intento desesperado de confirmar lo que cree saber sobre sí mismo.
Pongamos un ejemplo: En una empresa, surge una plaza vacante para un puesto de mayor prestigio y responsabilidad. Seguramente, entre la plantilla, habrán varias personas con competencias laborales que estén interesadas en el puesto. El empleado que confíe en sus posibilidades, se esforzará el máximo para conseguirlas sí piensa que precisamente, esforzándose, puede tener una posibilidad. En cambio, el empleado con baja autoestima, difícilmente creerá que esté capacitado para asumir ese puesto. La inseguridad en sus capacidades y competencias le generaran miedo a conseguirlo o bien, en caso de plantearse que pueda hacerlo, lo más seguro es que la idea de no poder ejercerlo con la eficiencia que piensa que un cargo así requiere, lo paralice para intentarlo. Lo mire por donde lo mire, su proyección de futuro está tintada de derrota.
Pongamos otro ejemplo, esta vez en el amor: Una persona con una autoestima sana, al conocer a alguien que le guste y realmente le interese, intentará acercarse e intimar de alguna manera a pesar de la inseguridad. Aunque el miedo al fracaso siempre puede estar presente, será franqueable, Arriesgarse será una opción válida ante la derrota segura de no intentarlo. Por el contrario, una persona con baja autoestima construirá un muro mucho más alto ante la posibilidad de conseguirlo. Como buen boicoteador de su propia felicidad, encontrará abundantes y sobradas justificaciones para evitar correr el riesgo de un posible rechazo.
En cuando la propia imagen corporal: Ante un espejo, las personas solemos fijarnos en nuestras imperfecciones, cierto, pero en el caso de alguien con una baja autoestima, no podrá ver nada más que ellas. La imperfección abarca todo su cuerpo, toda su cara…la imperfección llena la mirada.
Podría dar centenares de ejemplos, pero todos hablan de lo mismo: miedo y evitación. Esta última siempre será la encargada, además, de confirmar que nunca nos llega el momento del éxito, reforzando así nuestra creencia de que no somos capaces de conseguirlo.
Por si no fuera poco el gran esfuerzo inconsciente que constantemente ejercen para socavar su propia autoimagen, las personas con baja autoestima interpretan con suspicacia cualquier cumplido o alago que provenga del exterior. Difícilmente pueden aceptar que los merezcan ya que no se corresponden con la denigrada imagen que tienen de sí mismos. Ese rechazo hacia cualquier refuerzo positivo que provenga de los demás, se acompaña para acabar de complementar la ecuación, con la tendencia radical a aceptar cualquier crítica o puntualización correctiva. Por pequeña que esta fuera, nuestra persona con baja autoestima, no solo la acepta sin cuestionársela, sino que además es muy posible que les otorgue una sobredimensión que acabe de aniquilar la poca confianza que le pueda quedar en esos momentos.
Si la baja autoestima es suficientemente baja, pude ser que al recibir, además, alguna alabanza o halago, tengan miedo a sentirlo como cierto por atribuirlo a vanidad, y viviendo así ese poco amor propio que puedan tener, con vergüenza o culpa.
La autoestima, como vivencia de emoción, puede ser fluctuante. Todos hemos pasado épocas en las que se ha visto mermada o bien se ha fortalecido. Pero si tu autoestima está en el punto en que sientes resonancia con esta tendencia hacia ver la vida desde el vaso medio vacío, sin confianza en tu belleza y capacidades, quizás necesitas una ayuda extra. La batalla aún puede ser librada para quedarte, como mínimo…con una de las dos posibles derrotas.
La autoestima y las heridas de sus batallas
"Llevamos encima las heridas de todas las batallas que hemos evitado"
Fernando Pesseo